martes, 29 de mayo de 2012

El traje del emperador y los ojos que lo miran

Yo ya no sé si realmente el emperador no podía, darse cuenta de que no tenía puesto ningún traje, o fingía que no se daba cuenta. Simple:  Ni feo ni hermoso, y supongo que en el fondo el mismo una y otra vez  reconocía que iba caminando desnudo por las calles de su comarca. Sin embargo no podía admitir frente a sus embaucadores su "¿estupidez?", la sentencia fue clara:´"Sólo los inteligentes lo ven". Entonces el debía quitarse la corona de la falsa sabiduría y decir: "No veo nada, ninguna tela hermosa. Hágalo a mi altura, como para tontos que necesitan ver". A cambio de eso se sometió  a la burla silenciosa  del pueblo, de los que sin lugar a dudas saben que ven la franca estupidez. 
Con la elaboración de este manual me siento el emperador tonto, llevo puesto un traje que me queda grande, ella que jura que luzco inteligente y que avanzamos, cuando yo paso por las vitrinas, me veo desnuda y le digo una y otra vez: "Verás no hay ningún traje hermoso para esta obra de teatro", ella vuelve a insistir: "claro qué si, no sé por que no lo puedes ver".
Tengo puesto para ella un traje y yo sólo veo los bosquejos sobre el papel y no sobre mi piel. Me siento avanzando, por supuesto, pero con el paso o el pie mejor dicho de una hormiga, con la premura del tiempo y yo a destiempo con mis aciertos.
Lo que si veo, y  puedo ver muy bien es que no hay más tiempo tiene que salir de entre las ideas de los textos, mis ideas y las de ella.
No hay tiempo tenemos que usar ese famoso traje, aunque ya no queramos que sea el más bonito, hay que entregar cuentas...  y esta gripa que no me deja respirar profundo. Hasta parece que me cambie de cuento y que ahora somos como el conejo blanco.

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