miércoles, 23 de mayo de 2012

Conjuro para curar

Llevo una semana pensando esta entrada, doy vueltas y vueltas sobre las ideas, hoy pensé debe ser que no me he dado tiempo para estar en la estación sin centro, debe ser que no encuentro las mejores oraciones.
Llevo a la mesa del caos los elementos para la pócima mágica, pesan más los ingredientes que rompen los conjuros que los que se necesitan para hacerlos. Romper el conjuro de la ausencia es tan complejo cómo elaborar videos  de gente comprometida con su andar y su marcha, esos videos que dicen a la sucia sociedad que la juventud tiene un mar de convicciones listas para la marea alta del hartazgo. 
Quitarle el poder a "las cosas", y su ánima y ánimo de torturarme sin mesura es una mezcla difícil de perder. Finalmente "las cosas como fueron" se resisten ayudar y colaborar con el futuro, hacen pataletas y rabietas para permanecer en lo que ya no tenemos. O  para intentar ser (Cómo dice la canción) lo que fuimos, lo que un día quisimos... lo que tal vez nunca tuvimos... y ahora con el fuego encendido puedo agitar el cazo de la esperanza y con menos miedo que antes renovar la marcha, beber mi propia pócima para las ausencias. 
Romper el conjuro de la ausencia irremediablemente me coloca en un trampolín airoso y juguetón, hace guiños y saca la lengua a la nostalgia que pacientemente hierve en el cazo de la decisión y de vez en vez esboza una sonrisa de complacencia. 
Cómo podría haber imaginado que llevar "las cosas" lejos de mi cuerpo hacía honda la esperanza del   regreso, ¿hacía  honda la venganza contra lo que no fue?. "Las cosas, nuestras cosas" estaban gritando y escupiendo para consolidar su presencia en mi. 
La olla de los frijoles daba de tumbos como un enorme tambor, su cuchara cantaba los lamentos y juntas me arañaban las entrañas.
Cada cubierto me embargaba las esperanzas y en una danza moderna ensombrecían mi ilusión.
Cada trapo interior y exterior vestían de dolor los pasos de la calma y la intimidad conmigo.
El comal y los recuerdos en huelga impedían al calor que transformará mis alimentos. 
Ahora los descubro a todos: a la selladora, a los tacones, al perchero, a los cuadros de tela, todos estaban confabulados para aterrorizar a mi responsabilidad y  ahí se quedaba agazapada y cobijada por la culpa, buscaron su palco para observar mi derrumbe... 
Fotografía Carlos Ortega,
Exposición "El mundo de Mafalda"
Lástima la pócima de las ausencias la tomaré yo misma, yo misma la prepararé, yo misma tomaré mi forma... ahí están mis sábanas risueñas y alborotadas, desde aquí miro la esquina de la cama en la que descansa el gozo, ahí están mis sábanas ahora vistiendo mi olor, el olor que llevo cuando su olor estuvo aquí. Tomo lo que tengo y tomo lo que me dan... ahora tomo lo real-realidad.

2 comentarios:

Carlos Ortega dijo...

Habrá que buscar entonces que las cosas sean sólo cosas. Que lo que marque y defina no sea de fuera, sino de dentro. Vencer las cargas simbólicas y los sentimentalismos que a veces nos detienen y nos bloquean. Hacer el ejercicio sin martirio, que las cosas sirvan para lo que fueron hechas, que nos faciliten la vida, que al fin, sólo cosas son.

"Bienvenida la abundancia..."

Yumico K. Véliz dijo...

Quizás sólo ese broche me falto o se me quedo entre los dedos al teclear este post.
Y Tienes razón, lo creo, lo re-siento. "Las cosas, sólo cosas son"