Los niños que más amor necesitan encuentran las peores formas para pedirlo.
Sacar de mis casillas a la tolerancia puede ser repentinamente fácil. Así que hago un llamado a la paciencia amorosa que cubre, repara y educa… pero sobre todo a la propia.
En la adaptación escolar cada uno de los niños y las niñas va encontrando las maneras de “estar en bienestar” sin embargo en ocasiones pareciera que alguno de ellos topa una y otra vez con el disfraz del que nada necesita, del que no quiere a nadie cerca, del que no soporta las frases amables. Y cada una de estas rabietas aleja a sus compañeros, indigna a sus compañeras y le aseguran un rincón solitario debajo de las mesas. Por su parte las educadoras a cargo frecuentemente deciden ignorarlo matizando dolorosamente el abandono que seguramente mamá y papá han comenzado desde casa.
Describo para que imaginen el cuadro: El tiene 5 años, retorcido en el piso del comedor como una lombriz, a cada acercamiento de sus educadoras un grito sin palabras les responde, se ha quitado los zapatos y su rostro esta enrojecido, la mesa no tiene puesto sus cubiertos. Es decir no tiene un lugar “¿y se le espera?”. Necesita que lo vean, necesita que lo escuchen y patea uno a uno los intentos que hacemos por abrazar su frustración. Esté es el cuarto cuadro del día, este telón se tiende en el escenario del comedor, ya antes pasamos por la sala de música, por los materiales de trabajo, por el recreo con sus columpios. Ha sido un día pesado.
Me escucha decir, que agendaré una reunión con sus padres, se acerca y llora lamentando con estruendo mi propuesta, su grito chillón y sin lágrimas desnuda el miedo. Lo invito a sentarse, por supuesto me reclama ¡¡No tengo un plato, no quiero carne, no tengo agua, no tengo postre!!. Avienta los tennis, respiro profundo (guardando en el cajón de la comprensión y la compasión el hastío del día. En este momento aniquilo las ganas de estrangularlo, puedo ver su dolor, puedo ver su abandono, su impotencia y su dependencia). El servicio puesto, la comida caliente, el postre a la espera, un abrazo que sujeta, una fotografía para enmarcar el texto de mi conciencia.
Por lo pronto ahora me toca despedirlos, y sus papás me interrumpen las ideas… Me quedo voceando la prisa de los padres: “Segundo B: Claudio, Segundo A: Erik...”
Escucho las mismas preguntas "¿Cómo te portaste, comiste, traes tu sweater?" ninguno pregunta ¿Que bicho descubriste hoy? ¿Hubo algo maravilloso para ti?, pareciera que el saludo forma parte de la rutina, que es una falsa pregunta, yo me quedo estrenando mi regalo de amor, juego y sorpresa.
Encontraremos el camino para que su corazón hable por encima del enojo, de la frustración, de la soledad… por lo menos durante su jornada laboral… ups, digo escolar.
2 comentarios:
Bueno, primero uno y luego el otro no?
Que te digo, se me 'arruga' el corazon no mas de imaginar! Y yo que imagino que sobreprotejo al mio a cada paso, a cada abrazo, a cada beso y lo sigo haciendo... porque no lo puedo evitar! No puedo creer que exista quien no los entienda! Quien no los espere! Quien no les pueda preguntar: que bicho encontraste hoy!!!
LOS Y LAS HAY, hay quien no le interesa si ese día no pudo gozar de los columpios por que no pudo correr muy aprisa.
Los abrazos y los besos no sobreprotegen, no estorban. Estorba el amor que discapacita, ese que se entrega e inutiliza y enciende la rabia de quien lo recibe, ese que en el fondo descalifica.
Gracias por compartir la arruga del corazón
¿Primero uno y luego el otro? no entiendo.
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