Quino. |
La cocina se poblaba de luz incandescente, los trastes cantaban tomando su lugar en la mesa, la cafetera comenzaba su discreto humear, las anécdotas iniciaban con alguna tarea escolar servida junto al pan en la mesa, y casi siempre terminaban entre chistoretes y juegos de disparejo (pulgar arriba, pulgar abajo, disparejo, se sale, no hace aseo doméstico) para lavar platos y limpiar la mesa.
Con el paso del tiempo cuándo papá llegaba de trabajar algunas noches no estábamos las tres ni su hijo, ya no estábamos recibiéndole en la puerta ansiosas por encontrarnos con su mirada ni mi hermano pendiente de jugar cuerpo a cuerpo con su papá, entonces papá se pronunciaba en un llamado a gritos, hoy pienso un tanto desesperado de descubrir el silencio, y gritaba: ¡Hey llegó el perro!
Maitena |
De cualquier manera añoro y anhelo que la puerta de mi casa, en dónde sea que este, se abra haciendo noches ruidosas de palabras, de miradas, de anécdotas y chistoretes, de juegos. A ratos me pregunto mientras conduzco ¿Cuáles serán los sonidos que provoco cuándo me acerco a casa? ¿Abriré yo la puerta de la casa, o va a sorprenderme antes de que saque el llavero? . Al llegar siempre quito mis botas de los pies, la ropa del día y la bolsa de mi hombro, entonces y sólo entonces he abierto la puerta de casa.
http://portroche.blogspot.mx/ |
De igual manera me quedo con la idea y el sentimiento de que construir el hogar y la estancia en el, es una responsabilidad que tejemos durante el día albergando momentos para llevar a la puerta de cada hogar personal, quizás fermentando pensamientos, o registrando cómo en notas sueltas por el cuerpo la fuerza de la rutina y y las sorpresas que hay en la cotidianidad.
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