sábado, 13 de diciembre de 2014

El coro de las madres: Sólo le pido a usted que lo injusto NO LE SEA INDIFERENTE.


En el país dónde aprendí a jugar con algunas reglas conocidas, y en la rebeldía del juego que encontraba las propias, 

en la tierra dónde aprendí de las maestras a saludar a mi bandera con respeto y orgullo, en las plazas dónde el asta a la mitad señala dolor y duelo; 
 En las aguas donde las carcajadas lavaban el miedo, 
en las nubes dónde los sueños acariciaban a las aves, 
en la oscuridad que cobijaba el misterio, en las esquinas que anunciaban que ya estaba "cerca de casa" ahí en cada mesa familiar y en cada butaca de cada una de las escuelas se GRITA JUSTICIA, se teme por el futuro de quién nace, se siente el hambre de quién vive y la compasión que tienen los muertos por la vida.
Entre las piedras que sostienen el peso del caminante, 
entre las miradas de gente que apropié, y de la gente extraña y ajena, 
entre las manos y con los puños de los que gritan, 
en las luces artificiales y cándidas de las veladoras callejeras,
entre las lágrimas que enlazan la lucha se escucha en un murmullo que se engrosa, se hace una sola voz, el miedo se transforma en fuerza, el dolor levanta los puños y la tierra que nos acuna llora por la libertad,  sus aguas mecen indignación, y sus vientos soplan la penumbra dicen que los cerros berrean por la justicia, dicen que las ramas de cada uno de sus árboles, de norte a sur, y de este a oeste se han organizado unificando  un sólo clamor: 
¡Vivos se los llevaron, Vivos los queremos! 
¡La lucha sigue, y sigue y sigue...

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