Acompaño a crecer a los niños y las niñas en la etapa de educación inicial y preescolar, ellos y ellas pueden ser lo que nosotros repetimos que serán o que son, cuando encontré a este autor reclamé a las educadoras a mi alrededor que respetemos su derecho al buen trato y la dignidad de crecer colmadas y colmados de posibilidades para ser.
En silencio descansan los muebles del centro escolar donde trabajo por ahora, el verano se termina. Los niños y las niñas aquí acuden a su escuela aun cuándo no hay criterios y contenidos académicos por cubrir, mamá trabaja y habrá que venir a hacer lo que les toca -según sus adultos significativos-:"Venir a CENDI" (Es la abreviación de Centro de Desarrollo Infantil, donde pasan 6 de las 6 horas laborales de sus madres), la secretaria de Educación Pública contrata becarias (mujeres todas) para asistir y planear un verano "ilusoriamente diferente" sin embargo no siempre cubrimos la misión. Los niños y las niñas siguen en tiempos y a veces en forma cubriendo su vieja rutina escolar. Cada verano que he trabajado anhelo que los niños y las niñas puedan contar con un escenario diferente para el receso escolar y sobre todo para poder recibir con novedad y una dosis de ansiedad suficiente los cambios de su grado que aguardan a la vuelta de la esquina.
Por ahora este centro de Desarrollo hierve silenciosamente, aguardamos las campanadas de la liberación, el tedio del tiempo nos invade a unas más que otras. En el silencio de tantas me pregunto ¿Qué es educar y cuántas de nosotras nos preguntamos "para qué educar"?
¿La plantilla de estas semanas de verano? 15 becarias, 3 intendentes, 4 cocineras, 1 secretaria, 1 enfermera, 1 contralor, 1 coordinadora de verano todos y todas juntas para DOS NIÑOS que no encontraron dónde pasar mejor estás semanas.
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