Tal vez en el fondo enseñar no es educar, y quizás docentes, padres, cuidadores y estado tendríamos que preguntarnos en conjunto que soñamos para nuestros futuros adultos y adultas, y abandonar la cadena de supuestos en los que fincamos nuestras repuestas inmediatas para los nudos diarios de personas adultas que somos y decimos ser.
Tal vez sea suficiente que recordemos quien, cuando o cómo me mostró lo valiosa, lo creativa y feliz que podía llegar a ser si aceptaba las cualidades que le dan forma a "mi yo" comenzando por las simples y jugando a imaginar las complejas: mi color de piel, mi talla, mi peso, la forma de mis ojos ( y las cadenas de génes que se esconden entre mis células) ... de las complejas a jugar con ellas cómo barriendo estrellas:
¿Cuál es la forma en la que aprendo?
¿Cómo perdono y ofrezco mi arrepentimiento?
¿Cuándo estoy lista para la conversa y cuando para el silencio?
¿Resolver mis nudos? ¿Cuántos sola y para qué? ¿Cuántos nudos por resolver junto a los y a las que amo? ¿Qué prefiero sentir sobre la piel?
¿Qué hago con el enojo que me quema?...
¿Qué hago con el reclamo de mis sueños?
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