César es particularmente observador, lleva consigo una manta que poco a poco han recortado en casa para que pueda caminar libre y seguro en su escuela, con ella se cubre del frío que le provocan los
"NO", con ella se sujeta a algún principio en su historia donde nada le faltó. Por ahora a abandonado el lenguaje de los golpes y las mordidas consiguiendo junto a ello un grupo de amigos y amigas donde comparte (cuando quiere estar con los demás).
Su apetito suele ser bastante elitista y sus sabores un tanto repetidos, vale decir que sus maestras y cuidadoras han sido perseverantes en la motivación para que consuma los alimentos, dicha misión muchas veces le ha llevado al llanto irritado y gritón durante su tiempo en el comedor escolar. Durante esta semana ha estrenado edificio en preescolar, su rostro luce sonriente a su llegada, papá ha evitado que ingrese después que los demás niños y niñas manteniéndose puntual con los horarios. Su dinámica se renueva con pasto y juegos como de parque, su cabeza se tiñe de sudor y su piel de rayos de sol en el patio de recreo. La fiesta es generalizada un nuevo "juego" vive en el parque de la escuela.
Los niños y las niñas suben indiscriminadamente por la
"resbaladilla ultra veloz" suben hasta la parte más alta por la escalera de cuerdas y madera:
"la escalera blanda", se estremecen al descubrir que sus brazos no tienen tanta fuerza como sus piernas, se llaman entre si con voces altas.
César en cambio elige exclusivamente subir, y bajar por la "escalera blanda", denuncia cuando alguien por accidente pisa sus dedos, asume que por accidente también, el mismo empujó a otro alguien. En realidad no esta con nadie, a nadie le llama en voz alta, disfruta las texturas del juego para sí mismo, reta su propia sensación de vértigo subiendo un peldaño y volviendo al piso para después subir dos más y así llegar hasta la meta final. Su práctica aventurera se detiene mientras lo intentaba, ha girado su cabeza y deslizado su mirada en la base de las escaleras, su particular manera de observarlo todo ha marcado un nuevo y repentino
ritmo a su corazón, su corazón late acelerado y el vértigo se transforma en miedo, no lo soporta más busca a quien le escucha, para que su mirada nombre el miedo, la encuentra en el pasillo la toma de la mano sin soltarla ella le recibe pero sigue su paso, el la llama, ella le pide que le deje atender a una niña... el espera mientras habla y habla... ella se detiene ofrece compañía simple a quien se la requería y escucha activa para César logra decodificar lo que escucha y le repite en voz alta: "
Una carita de enojo, ¿Donde una carita de enojo?"
César responde con el corazón en la garganta:
"En la madera, te digo, hay una carita de enojo en la madera y me da tanto miedo... Ven a mirarla".
Concluyen la misión del acompañamiento simple y en seguida se dirigen tomados de la mano al encuentro con lo que nadie observa, en cuclillas frente al descubrimiento ella ríe, en silencio agradece seguir aprendiendo a ver lo invisible, a sentir con la fuerza secreta de las ideas. Sonríen juntos, y hablan del poder de la imaginación, debaten sobre el miedo, el enojo, o quizás la expresión de la sorpresa... el tiempo se termina, es hora de comer... César prueba los alimentos con una carita de sonrisa en su comedor, se permitió saborear la compañía. Ella le acompaña recordando aquél cuento "infantil" que conoció años atrás en algún taller de narrativa, repite el título en voz baja: "Esto no es..."