Alberto Montti |
Hoy he conocido a una pareja heterosexual, treintañera que sin darse cuenta nadan como el salmón en contra de la corriente buscando reproducirse y vivir la satisfacción, incluso sin saber cómo criar a su pequeña hija, priorizan la idea de hacerlo divertido, de disfrutar los errores, de enfrentar los desafíos, de mirar el otro a la una y de permitirse ser mirado.
En tantos sentidos usan la vía contraria para amarse e intentar mantener a la familia que formaron. Tienen claro que "mantener" no significa en exclusiva techo, alimento y vestido (dicho sea de paso eso tiene un precio) Eligieron priorizar la crianza por encima de los recursos, y ello no lo había conocido en ninguna pareja que use el sistema de Educación Inicial de cuidado y asistencia para las niñas y los niños que crecen compartiendo la crianza en la escuela y en la casa, mientras mamá y papá trabajan fuera de casa. Imelda y Nestor han asumido de manera consciente y plena que esta fase de su vida requiere una organización de prioridades y unas gafas nuevas para leer la realidad. Han decidido en dos ocasiones de la vida familiar recortar sus gastos y acortar las jornadas laborales para sumar tiempo de convivencia y de crianza, y no dieron por hecho que el debería trabajar menos en su taller, o que seguramente la paz y la unión familiar dependían de ella en una lógica sexista, ella renunciaría a sus horas de clases, es más complicado: ambos empleos disminuyeron su jornada. En la complejidad de la economía mexicana me pregunto ¿Qué tuvieron que atravesar para hacerlo tan firmemente? Sobre todo soltar el ritmo del capital que nos empuja por la espalda gritando en el oído: "Tener significa armonía, tener significa paz y seguridad para las crías" y que de manera burda anuncia con altavoz en los padres y en las madres: "Quiero que tengan lo mejor, entonces les veo poco tiempo, me conocen poco, la satisfacción llega cuando ves que nada les falta".
Alberto Montti |