En mi tierra por ahora quema el invierno, estoy en la plaza de la comunidad de San Andrés conmemoramos públicamente la muerte, hace 40 años un guerrillero, parido por la universidad publica de Guadalajara, y vecino de esta colonia. Alrededor de 50 sillas bordean un escenario endeble de tablas y sólido de esperanza. La obra de teatro "traerá a la memoria de San Andrés la liga del 23 de septiembre, grupo organizado con la lógica revolucionaria de su tiempo, desprendido del movimiento del ´68, apagado con el asesinatode muchos de ellos y de ellas.
Nosotros no formamos parte del vecindario, muchas y muchos de nosotros leímos sobre ellos y ellas por ahora sólo recordamos que el pueblo necesita organizarse, que son los de siempre los que tienen el poder, que somos las y los de siempre los que se aprietan el cinturón.
Entre el publico a los pies de mi silla están sentados dos niños varones y una niña. El más alto de ellos es delgado viste una playera blanca desgastada y sucia, unos pantalones cortos y unos zapatos raspados sin calcetines, llevo un rato mirándolo, camina apretando sus brazos contra el torso, sus manos trenzadas y camina cuidadosamente pegado al más pequeño, algo parecido a la inclinación que toman las sombras; El más bajo tiene un sweter azul, pantalones de mezclilla y el rostro relajado, su mirada se alimenta de la obra de teatro y las comisuras de sus labios se sonríen, quizás es un chico de preescolar (Asumo que son hermanos y que la pequeña también es su hermana) la niña tiene un abrigo rojo que cubre sus desnudas piernas, y no lleva calzadas las plantas de sus pies, también debiera cursar la etapa preescolar. Muero de frío... lo miro, su rostro se pierde, evita mi mirada camina con sus brazos trenzados, su mirada en el piso su pecho contraído,el mío lo persigue... tengo botas puestas, un vestido y medias para el frío, ¿cómo puede caminar sin estar cubierto?. Su frío me duele... recuerdo que tengo un sweter delgado en el vocho.
Sigo la obra y sigo su camino, observo que no habla, que no decide sólo persigue al más pequeño sin soltar la trenza que hace con sus dedos. La obra en la plaza casi termina, mi corazón esta apretado, en mi país asesinan a los idealistas... los niños atentos seguían la obra, se preguntaban cosas entre sí sólo el más bajito y la niña. Me duele su frío... pienso. Le tocó el hombro para preguntarle ¿Quieres un sweter? el desvía su mirada sin responder ni una sola palabra, acerca su pecho a la espalda del más pequeño y pega su barbilla a su propio pecho. Me duele su frío, mi corazón se apena, le pregunto al chico de preescolar ¿Puedo traer de mi coche un sweter para tu hermano? el responde que si, que me espera... la niña me mira y me dice de frente: "yo también quiero otro" yo digo "Lo siento él no tiene, sólo tengo uno" recorro la plaza aprisa. Paso frente a la iglesia en la que "el cura daba la misa, abordando el amor al prójimo, a puerta cerrada". Llego a los pies del escenario se lo doy al más pequeño... avanza cómo buscando a su hermano (quien yo veía sin sweter no era su hermano) lo llamo y le digo desesperada "No a él, (lo señalo) mira no lo recibe, dáselo tu!". El pequeño se devuelve, estira su bracito y le dice firme: "¡pontelo tú!". El chico mayor me siente cerca no levanta la vista, lo pone en la silla fría y cuando lo acomoda sonríe tan plenamente que explota mi llanto contenido... no puedo más me duele su frío, me duele su hambre, me duele.
Me parece tan claro que ese niño ha sido violentado tantas veces que ya no usa la voz, que no se despega del pequeño por que no puede hacerlo, que su corazón muere de frío, que su lenguaje es crudo y desnutrido, qué su cerebro pepena aventuras, me suplico recordar que existe alguna razón que no descubro que lo mantiene vivo y vinculado a los y a las demás. Los pequeños le acompañan animándolo para que use el sweter.
No puedo... simplemente quiero esconder este llanto abrupto y profundo, llega un abrazo que me cobija ésta impotencia presente mientras escribo, me paro camino y hundo mi rostro buscando que de la nada mi llanto encuentre calma, no paro de cuestionarme.
¿Cuál de los tratados en pro de los derechos de los niños y las niñas le abraza cuando tiene miedo?
¿Qué artículo de la convención le apoya para que sus emociones nombren sus miedos?
¿Quien le repite que lo ama?
¿Cómo me quito el frío con el me que quedo, cómo dejó de llorar lo que no puedo hacer?